Cuentan nuestros antepasados en San Pedro de Pillao, la familia
SOTO, tenía un chivo grande, de cariño lo llamaban LUCHO, el chivo era bien
querido por la gente, porque de pequeño era muy juguetón y cariñoso, pero
con el tiempo pasó algo curioso, LUCHO cada martes y viernes en las noches
desaparecía de su corral, don OCTAVIO el dueño se dio cuenta de esta
desaparición, por lo que un viernes decidió seguirle.
Seguía y seguía a cierta distancia y el chivo, se adentraba al sitio llamado
WISHIRIN y entró a una cueva ¡oh sorpresa! al chivo lo esperaban todos
los caprinos y se arrodillaban a sus pies venerándolos, lo llevaron a una
habitación y salió bien vestido con terno y corbata roja.
Ahí no más empezó la fiesta, con una orquesta que los músicos tocaban
hermosos huaynos y mulisas, todos los caprinos veneraban al chivo que
estaba sentado en su trono, comiendo manjares y bebidas exóticas,
acompañadas de hermosas mujeres, que lo ventilaban con sus abanicos, de vez en cuando bajaba a bailar haciendo trencito, luego de la fiesta casi al
amanecer cada uno se fueron con sus parejas a cada rincón.
Don OCTAVIO sorprendido volvió a su casa, contó lo sucedido a su esposa,
diciendo que LUCHO estuvo en una cueva bailando con su PUKA CORBATA.
A la madrugada el chivo dormía plácidamente en el corral, como si nada
hubiera sucedido, de allí para adelante el chivo cambió súbitamente su
actitud, atajando y fastidiando a las mujeres en el camino, viendo el peligro
en las mujeres, el dueño lo mató al chivo.
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(Relato del Señor Wilmer Ayala Chacón)
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