El bombista y las almas - Cuento local de la Comunidad de Chango
Hace muchos años atrás cuando en esos tiempos no existía el fluido eléctrico
y la gente realizaba sus viajes caminando y caminando.
Los músicos changuinos regresaban a su pueblo después de haber
participado en una fiesta en el caserío llamado Huachus, que se encuentra
por las alturas de chinche. Estos eran tres: uno tocaba el bajo, el otro la
trompeta y el tercero el bombo; éste último era el más chistoso que se
divertía molestando a todo el mundo.
Cuando pasaban por delante del cementerio de la localidad de Michivilca, a
eso de las doce de la noche aproximadamente y ellos como siempre chispos
_¿Qué músico no será aficionado a las copas?_ decidieron descansar;
porque ya habían caminado bastante sus pies le obligaban a sentarse, el
trompetista y el bajista se quedaron dormidos y el bombista despierto,
pensando que travesuras hacer en ese lugar. ¡De pronto! Oyó voces raras
que nunca había escuchado y precisamente en la capilla del cementerio,
curiosamente se acercó, para sorpresa vio muchas almas, vestidos de
hábitos blancos, con sus “cucuruchis” en la cabeza que no dejaba ver la cara
y sus cordones en la cintura.
Estaban rezando con la cabeza baja tan devotamente.
El bombista observaba curiosamente y como estaba con su valorcito no
tenía miedo, entre sí dijo: ¡Nunca todavía me burlé de las almas!, ¿Qué tal si
me burlo hoy?, porque estas almas no me conocen es de otro lugar y
¿Cómo me burlaría?...ya sé.
Fue entonces cuando regresó por su instrumento después de llegar al lado
de la capilla tocó bien fuerte tres veces.
Y las almas se asustaron y salieron
en busca del intruso.
Mientras tanto el músico con sus cabellos enmarañados, corriendo fue a
avisar a sus amigos que las almas le estaban persiguiendo por gusto, así los
tres corrieron desesperadamente por doquier en busca de refugio, el autor
del incidente se entró a una casa donde estaban durmiendo una pareja de
esposos, se metió al centro y se cubrió la cara con la frazada.
El esposo dijo: ¡Que pasa, que pasa señor, quién es usted!
El músico dijo: ¡Sálvame por favor! las almas me persiguen.
Al poco rato llegaron las almas, lo sacaron de la cama y lo llevaron al
cementerio, castigándole con sus cordones dejándole desmayado y botando
espuma por la boca.
Al amanecer sus amigos fueron a buscarlo al cementerio donde lo
encontraron desmayado, ellos pensaron que estaba muerto,
inmediatamente fueron al pueblo a buscar ayuda y contar lo sucedido a la
gente, regresaron con la orina podrida, le hicieron tomar y dieron tres saltos
por encima.
¡Sorpresa! al rato reaccionó y juró que nunca molestaría a las almas.
Luego
de estos sucesos continuaron su camino a Chango, donde llegaron cansados
y el bombista todo débil, contaron en casa a la familia de lo sucedido que les
causó una risa por molestar a las almas.
“Ay músicos, músicos como siempre con sus travesuras”
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